Grito de desesperación


                                      
Ya estamos de vuelta! Estos días han ido genial, no sólo para estar con la peque sino para aprovechar sus horas de sueño para rediseñar la nueva temporada en el blog. Hay un poco de todo, como siempre: emociones, arte, valores, sentimientos, niños, adultos, amor, besos,  también llantos. 

Respecto a la entrada de hoy, os diré que tuve la oportunidad de ver el cuadro en directo, cuando hace años decidimos visitar los fiordos en crucero. La tuve, pero no la aproveché. Pasamos por la puerta de la Galería Nacional de Oslo en Noruega, pero había tanta gente y era tan tarde ya, que no queríamos arriesgarnos y perder el barco.


“El Grito”, de Edvard Munch es una obra que siempre me ha cautivado. Me llama la atención la contraposición, queriendo o sin querer, entre colores cálidos lejos del prota, y colores fríos más cerca de él. Perdón. Él o ella, porque se trata de una figura andrógina. Curiosos también los tonos sombríos que envuelven a quién grita: grises, negros, oscuros en definitiva. 

También me pican la curiosidad las dos figuras que se ven a lo lejos, tras él o ella, que caminan en su dirección, pero a una considerada distancia, aunque se ve claramente que van hacia quien grita. Las líneas del suelo dan más profundidad al asunto, y siguiendo con las líneas, son más curvas y complicadas las de tonos fríos y cercanas, que las cálidas y lejanas. Está claro que el asunto que envuelve al protagonista es angustioso por lo menos, después de analizar los colores y las líneas. ¿Y la cara? Ojos idos, desorbitados, nariz aggg no sé cómo describirla, pero no me gusta nada, boca totalmente abierta, y la cara totalmente deformada, por las manos, o por el mismo grito. 

Hasta aquí mi primera percepción básica de la pintura, que como siempre digo es totalmente subjetiva y carente de fundamento teórico. Comprobaréis más adelante que se barajan otras ideas respecto al significado y análisis del cuadro, igual o más válidas que la mía, a saber. Y ahora, unas pinceladas más técnicas de la obra pictórica.


“El Grito” (1893), pertenece a la corriente artística expresionista. Ésta buscaba la expresión de los sentimientos y las emociones del autor, más que la representación de la realidad puramente objetiva. Ahora entiendo por qué me gustan tanto las pinturas pertenecientes a este movimiento. Podríamos decir que el autor se desahoga en su pintura, una pintura cargada de fuerza psicológica y expresividad; suelen ser composiciones “agresivas”, en las que se usan formas retorcidas, rostros desfigurados y tristes. 

La obra que analizamos hoy tiene como tantas otras, muchísimas interpretaciones, pero recogiendo las palabras del autor, parece ser entonces que lo que os he dicho antes no es del todo válido. Según Munch, las dos personitas a lo lejos son dos amigos que pasean delante de él a distancia, mientras él se detiene, tembloroso, con miedo.

“Iba caminando con dos amigos por el paseo el sol se ponía - el cielo se volvió de pronto rojo - yo me paré - cansado me apoyé en una baranda - sobre la ciudad y el fiordo oscuro azul no veía sino sangre y lenguas de fuego - mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo - y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza”.

Parece ser que en la pintura hay también una iglesia y un hospital, símbolos de refugio para la angustia. Se sospecha que Munch padecía de Trastorno Bipolar. Éste, es considerado por algunos estudiosos como “la enfermedad de los genios”. Recordemos otros genios que lo padecieron: Michelangelo, Vincent Van Gogh, Edgar Allan Poe, Robert Schumann, entre otros. 

Munch nació en 1863. Su infancia estuvo marcada por la muerte de su madre y hermana, de tuberculosis. La figura de su padre no lo ayudó demasiado, y poco a poco fue forjando una personalidad conflictiva y desequilibrada; aunque él mismo lo consideraba (y cómo hemos visto antes) propio de genios y talentosos. Tuvo una relación sentimental  tormentosa, que lo llevó al alcohol y a padecer una enfermedad nerviosa, que le hizo ingresar en un psiquiátrico en Copenhague; salió sanado completamente, pero pasó sus últimos años en soledad. 

Visto lo visto, está claro que el autor del cuadro de hoy vivió envuelto de angustia, horror, soledad, tristeza, desesperación de no encontrar sentido a su vida. Todo ello, como vemos se refleja en “El Grito”. Pero no penséis que es una angustia únicamente personal y referente a su vida privada, dicen es un reflejo de la sociedad de esos tiempos. Se quiere transmitir la incomprensión y la crítica hacia la nueva forma de organización socioeconómica de la época. Ese grito de desesperación, de lucha contra un sistema que no entienden muchos. Muchos pensaréis que era un hombre negativo, oscuro, pero él os diría, y de hecho dijo que sería insincero no mirar más que el lado agradable de la vida. Totalmente de acuerdo con él, pero ni tanto ni tan poco, ¿no?


¿Cuándo gritamos?

Llegados a este punto, doy por finalizada la presentación de la obra más deseada, robada y más cara de la historia, así como el cuadro que inspiró la saga de terror Scream. Me gustaría enseñaros ahora, algo en lo que me hizo pensar el grito en sí. ¿En qué ocasiones gritamos normalmente?, puntualizo: gritar con connotación negativa.

Lancé esta pregunta en mi comunidad twittera y os transcribo aquí las aportaciones generosas como siempre y muy interesantes, por cierto:

@1_vidareal
Uf!! Yo grito de desesperación, cuando ya he repetido algo en varias ocasiones, de varias formas distintas y siguen sin enterarse... Llego a gritar a todo lo que me dan los pulmones. No veas el desahogo!!!

@Mlg_86
Yo suelo gritar mucho y es algo que quiero cambiar de verdad. Suelo gritar cuando la peque esta muy revuelta. Pero a ella eso le pone peor. Sobretodo es la niña la que desata mi vena gritona, cuando no come. Depende mucho de mi estado de ánimo.

@LiditaSwan
Yo suelo gritar cuando me enfado. Es mi forma de soltar lo que llevo dentro, los nervios me dan por gritar y por llorar, gritar en el sentido de decir las cosas en un tono más elevado, no de dar un grito. Y también, uno de los momentos en lo que utilizo los gritos es cuando estoy saturada, cuando me agobio, uno mi cara junto a un cojín y grito, y echo todo lo que llevo por dentro.


@mumuchiando
Vale en el parto? Sino, cuando vulneran de forma sistemática y sin respeto mis decisiones, ahí, tras muchas advertencias digo:¡se acabó!

Yo, personalmente reconozco soy un poco gritona, y eso dicen también, asi ha salido la niña, no sé de qué me quejo. El tema es por qué grito. Ya de por sí, suelo alzar la voz cuando me altero. 

¿Y cuándo me altero? 
En general, cuando la gente duda de lo que le digo cuando estoy segurísima al 200% de lo que afirmo. En el cole no suelo gritar, pero sí alzo la voz, autoritaria, no le veo nada de malo la verdad; es como un toque, se quedan petrificados, pero no es que pierda los nervios, es usar el diafragma intencionadamente para decir ep! Por ahí no vais bien. Suele ser porque no atienden, ni escuchan. En casa con la niña hago lo mismo, no le grito, sólo alzo la voz más de lo normal para marcar límites o advertirle que eso no está bien hecho, para que no siga por ahí.


Y vosotr@s, ¿soléis gritar? ¿En qué ocasiones?

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