No le riñas por mentir

Ahora igual os choca esto que os voy a contar, pero yo en un pasado, digamos más juvenil he sido muy mentirosa. Utilizaba la mentira con bastante frecuencia como arma ante una pareja terriblemente celosa. Amores que matan. Suele pasar que, cuando te “prohíben” algo, aún lo haces más, y lo escondes, y también mientes. Espíritu de supervivencia se llama. Evidentemente no era una relación sana. Hubiera sido más fácil dejar el tema lo antes posible, en vez de continuar con alguien así, pero en la vida no actuamos siempre como pensamos después a toro pasado. 

Aunque por suerte, a día de hoy ya no sé nada de esa persona y estoy con alguien que me valora y que me quiere, y nos tenemos ante todo respeto y confianza mutua. Para mí, dos de los tres pilares básicos en una relación, junto al sentido del humor.

A lo que iba. En esa época aprendí a ser una muy buena mentirosa. Y me sentía muy a gusto en ella, en la mentira. Repito: en aquel momento de sálvese quien pueda.

Hace unos días, lancé en Twitter una encuesta:

MENTIR es de…

-       cobardes
-       inteligentes
-       confusos
-       débiles

Las posibles respuestas tenían su “qué”, pero no hubo mucha participación, todo hay que decirlo. Ganó la primera opción, aunque yo hubiera votado la segunda, y no es que me las de de nada. 

En aquella época que os he contado desarrollé muchas estrategias y habilidades orales, así como reacción, inmediatez en mis pensamientos y decisiones. Para mentir bien hay que tenerlo todo bien atado. Hay que tener la respuesta antes que la pregunta, y sobretodo hay que olvidar la moral por un tiempo. Much@s pensaréis que hoy se me ha ido la pinza, pero no. Ya sabéis que soy ultradefensora de lo éticamente correcto. Pero hay situaciones y situaciones, y en esa relación tóxica yo fui coartada de libertad en muchas ocasiones, y ya digo, la corta edad e inexperiencia hizo que se me cegaran los ojos, pero por otro lado me diera por encontrar mediante la mentira, el deseo de ser libre que tanto ansiaba. 

No voy a hacer apología de algo moralmente incorrecto, ni mucho menos, pero sí os voy a hablar de un estudio científico, basado en un experimento con niños, que afirma que mentirosos e inteligentes van de la mano.

He encontrado este artículo en el New York Times y me ha parecido muy interesante lo que cuenta. Os explico. A mediados de los 80 se realizó un experimento con niños de distintas edades. El tema era, el niño o niña estaba en una habitación y el adulto le comentaba que detrás suyo había un juguete, pero que no podía mirarlo, que él (el adulto) salía un momento del cuarto pero que volvía en seguida, que no mirara el juguete. Un tercio de los menores de 2 años mintieron diciendo que no lo habían mirado, cuando la cámara decía todo lo contrario. En el caso de los menores de 3, fue la mitad. Y en el caso de los de 4 años en adelante, fue el 80%.  

El psicólogo del desarrollo, Michael Lewis descubrió que la mentiras van ligadas al coeficiente de inteligencia verbal, que es mayor. Por otro lado, las funciones ejecutivas, tales como las habilidades que nos permiten controlar nuestros impulsos o mantenernos concentrados en una tarea, también son mejores en los mentirosos. De hecho, l@s niñ@s con déficit de atención e hiperactivos les cuesta mucho mentir. Además, mentir favorece el ser empático, el ver las cosas desde el punto de vista del otro. Esto es un rasgo característico del buen desarrollo cognitivo (teoría de la mente); a los autistas también les cuesta mucho mentir. No quiero ser pesada, pero el mentiroso también es más equilibrado emocionalmente y más adepto socialmente. 

¿Ahora qué? Cuando te digan que tu hijo es un mentiroso, ¿le echarás la bronca? Ya ves que mentir es bueno para el cerebro. Pero, ¿qué importa más, que tu hijo desarrolle capacidades intelectuales o sea bueno, moralmente hablando?

Otra psicóloga del desarrollo, Victoria Talwar comparó el resultado de comportamiento de los alumnos de dos escuelas de países del África occidental, una muy severa físicamente en cuanto a castigos y otra igual no tan severa, dónde las reprimendas eran más de tipo verbal. Los de la primera eran más propensos a mentir y además, eran buenos mentirosos.

Por último quería contaros algo acerca de los cuentos y fábulas; también corroborado por psicólogos. Pedro y el Lobo o Pinocho, por ejemplo no hacen que el niño mienta menos. En cambio aquellos que ensalzan la honestidad, sí lo hacen.

Y acabo con una frase un tanto contradictoria, que me ha gustado mucho de este artículo y que me gustaría compartir con vosotros:


“Queremos que nuestros hijos sean lo suficientemente listos para mentir, pero también moralmente reacios a hacerlo”.


Ahí lo dejo. ¡Que acabéis de pasar una buena semana!

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