El ascensor, experimento social



Hace unos meses os hablé del experimento del malvavisco. Hay otro experimento que me gustaría compartir con vosotr@s y comentaros, antes de acabar esta primera edición del blog. Es el llamado experimento del ascensor, ejemplo claro de la conformidad e influencia social, así como de la presión de grupo, todo englobado dentro de la psicología social.

Aquí tenéis el video en cuestión:



No describiré en profundidad lo que se ve en él, pues está bien claro y estoy casi segura de que ya lo habíais podido reproducir en alguna otra ocasión, anteriormente. Hay unos actores y un conejillo de indias, por decirlo de alguna manera. Todos están dentro de un ascensor. Los compinchados se giran en la misma dirección, pero diferente al conejillo. Éste se da cuenta y, ¿qué hace cuando ve que no está mirando al mismo sitio que el resto? Se gira, hasta quedarse como los demás. Y así ocurre con los otros sujetos del ensayo. No todos expresan facialmente lo mismo, el primero más sonriente, el segundo más serio, gestos distintos, el tercero muestra implicación y colaboración absoluta, hasta se quita y pone el sombrero porque los demás también lo hacen. 

Después de esta breve descripción, paso directamente a mi reflexión acerca de este tipo de comportamientos por imitación. 

“Allí dónde fueres, haz lo que vieres”.

Esta expresión proviene de la original en latín: “Cum Romae fueritis, Romano vivite more”, o lo que es lo mismo: Cuando a Roma fueres, como romano vivieres”, pronunciada por primera vez en el siglo IV por Ambrosio de Milán.

Cuántas veces hemos viajado lejos, muy lejos, disfrutando de culturas muy diferentes a la nuestra y no hemos tenido ni idea de cómo proceder en ciertos momentos y situaciones. 

Personalmente, os podría contar anécdotas de mis viajes a Japón o Indonesia, pero no es mi cometido hoy. Además, no es bien bien lo mismo; el tema que nos ocupa hoy es, pienso, algo distinto. Mis peripecias viajeras serán contadas algún día, no sé cuando, pero os las contaré. 

A lo que iba. Cuando ignoramos algo, copiamos a “los que saben”, a los anfitriones, a los expertos, a los más experimentados. Pero este asunto del ascensor, me sorprende, la verdad. Ninguno de los infiltrados son personas que dominan el saber estar dentro de la caja que sube y baja, de hecho nadie es experto en eso que yo sepa. No soy psicólogo, bueno, sólo un poco a nivel educativo, y otro poco más a nivel familiar. Vamos, que igual hoy digo alguna barbaridad mientras plasmo mis reflexiones, pero soy poco partidaria de lo que se llama presión social o influencia de grupo. Por supuesto, entiendo que las personas, por el hecho de convivir en sociedad, nos movemos, nos relacionamos teniendo en cuenta normas sociales, pero este nivel de influencia, de imitación, sin pensar ni siquiera un minuto antes de actuar, me parece exagerado. 

Creo, que si yo hubiera sido el sujeto experimental, quizá también me hubiera girado, sí, pero por intimidación (en el caso de que se quedaran mirándome al girarse), no por seguir su mismo comportamiento o por sentirme uno más del grupo. Llegados a este punto, y si sois fieles seguidores de mi blog, desde hace tiempo os he dado múltiples pistas y razones para pensar que puedo ser muchas cosas, pero medalla al mejor borrego, no me la darían precisamente, no; y, ¡ojo!, que no tengo nada en contra de los borregos ni de ningún otro animal. 

Volviendo atrás… Sí, como he dicho antes, posiblemente me hubiera girado (sólo en el caso que he comentado) de haber participado sin saberlo en el experimento social del ascensor, pero lo del sombrero, estoy convencidísima de que no lo hubiera hecho. Me hubiera cogido la risa y hubiera preguntado a qué jugaban o dónde está la cámara oculta (entiendo que las cámaras ocultas en esos tiempos, no estaban de moda aún).

Es cierto, que por naturaleza, desde hace años prehistóricos ya, el ser humano ha visto que solo, de manera individual podía evolucionar menos que perteneciendo a un grupo, formando parte de él, adaptándose al mismo, bajo reglas de convivencia sociales, de relación, básicas, de supervivencia. Repito, soy consciente de que me llevo las manos a la cabeza cuando veo este tipo de comportamientos por imitación llevados al extremo, pero a la vez sé, y me consta que suceden más de lo que imaginamos y que el tema está hiperestudiado, por grandes expertos en psicología social.

¿Hasta qué punto crees que depende tu conducta de la de los demás? ¿Alguna vez te has sentido cual oveja en un rebaño? ¿Dónde queda la voluntad de decidir en situaciones como esta?

Hacer lo que hacen los demás, sólo por sentir que formas parte del grupo, te convierte en alguien tremendamente social, pero sin una pizca de reflexión, ni por supuesto decisión. O, al menos, eso me parece a mí.

Comentarios

  1. Tengo claro que a mí no me pillarían mirando hacia la pared, de reojo quizás si, porque estaría flipando por lo que está ocurriendo, pero por continuar la conducta, a menos que esta sea de respeto, responsabilidad o una tradición, no lo haría. Permanecería con la cabeza gacha, mirando al suelo, quizás aguantando una risa nerviosa por la extraña situación, pero a mi bola. Desde que en el Instituto me enseñaron en psicología el experimentos de los monos, el plátano y la escalera de Stephenson, saqué quizás conclusiones raras sobre mi personalidad. Muy divertida la entrada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajaja siii yo de reojo también y se me escaparía la sonrisilla... en el instituto hacíais Psicología? Qué interesante! Creo que yo soy más carroza porque yo no tuve esa suerte. Muchas gracias por comentar! Un saludo!

      Eliminar

Publicar un comentario

¡Estoy en Bloguers!