No es mi hijo, pero lo quiero casi como si lo fuera

No sé cuántas veces llegué a cruzar el paso de cebra. Corrijo: los varios  pasos de cebra, con centenares de personas acompañándome. El famosísimo cruce de Shibuya, en Tokyo. Me encantaba sentir esa muchedumbre a mi alrededor, a todos lados. Comprobar cada vez que, aunque hubiera querido, hubiese sido imposible chocar con nadie; cada uno sigue su camino, respetando al milímetro el del otro. 

¿Por qué os cuento todo esto? Hoy os quiero contar la historia de Hachiko, que muchos ya conoceréis. Inevitablemente, me ha venido a la memoria esa estampa de nuestro viaje a Japón, hace ya cinco años. Una instantánea en movimiento, muy cercana, a escasos metros de la estatua erigida en honor al perro fiel, justo en frente de la salida 8 de la estación de Shibuya. 

Una historia real la de Hachiko, que espero me sirva de introducción para hablaros del tema de hoy: animales, emociones, sentimientos, su relación con los humanos, en definitiva antrozoología. 

Empezaré por esta última. No tenía ni idea de que existiera la antrozoología, que estudia científicamente la interacción humano-animal y sus vínculos. Hay varias disciplinas que conectan con esta ciencia: la antropología, la etología, la psicología, la sociología y la medicina humana y veterinaria, entre otras. Aunque las relaciones humano-animal, o al revés, para que nadie se sienta segundón, las relaciones animal-humano, siempre han existido, la verdad es que hace relativamente poco se convirtieron en área de investigación. 

Pero a mí, lo que me interesa hoy es saber hasta qué punto llegan las relaciones emocionales y/o sentimentales entre ambos, animales y personas. Para ello, no penséis que me he olvidado de la historia. Arranco la explicación de la vida de Hachiko, el perro fiel, y luego analizamos. Seré breve.

Hachiko, un perro japonés de raza Akita nació en Odate en el 1923. Unos meses más tarde fue a parar a Tokyo con el profesor de universidad Hidesaburo Ueno, con alguna reticencia, ya que venía de una tristeza provocada por una pérdida de un perro anterior, pero su hija lo convenció. En seguida, ésta se quedó embarazada, casándose y marchándose de casa, para vivir con la familia de su marido. El perro se quedó con el profesor, y tal era la devoción del can hacia él, que cada día lo acompañaba a la estación de tren y lo recogía en el mismo sitio cuando volvía del trabajo. Hasta que el 21 de mayo del 1925, Hidesaburo no volvió; aunque Hachiko lo esperaba como siempre en el mismo sitio. 

Y así esperó durante 9 años que vivió ahí, en la estación, de la que no se movió, esperando que algún día volviera su dueño. Al profesor le había dado un ictus cerebral mientras daba una de sus clases en la Universidad de Tokyo. La gente de la zona ya lo conocía a Hachiko, y se encargaban de alimentarlo. De hecho, se le erigió la estatua en el 1934, que luego se destruiría para fundir el bronce, para la construcción de armas para la Segunda Guerra Mundial. En el 1935, Hachiko murió, en la estación, esperando a que el profesor volviera.

¿Qué os parece? A mí, increíble. Sé que ha habido otros Hachikos por el mundo, de los que se ha hablado también. Que alguien me explique esa devoción del perro a su amo, si sólo estuvo a penas un año con él, hasta que murió (el hombre). Es cierto que, al menos eso he leído, justo antes de llegar a manos del profesor, Hachiko viajó dos días en tren de Odate a Tokyo y llegó metido en una caja casi moribundo, y que fue Hidesaburo quien lo reanimó con un poco de leche y algo de comida. ¿Se sentía a lo mejor agradecido por ese gesto, en un momento de debilidad? 

Lo digo porque en mi casa pasó algo similar con nuestra perrita y mi madre, después de una operación quirúrgica practicada a la cuadrúpeda.

Digo yo que detrás de esta devoción, de la que os estoy hablando desde el principio del post, debe haber emociones y sentimientos… Se ve que hay debate sobre ello. Algunos dicen que sí, otros que no, otros que emociones sí, pero sentimientos no. Primero debe quedarme claro a mí la diferencia entre ambos: 

Emoción: alteración del ánimo, intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.

Sentimiento: estado afectivo del ánimo, hecho o efecto de sentir o sentirse, es decir, experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.

Hace unos días hablando con cierta persona con la que suelo filosofar de vez en cuando, me decía que los sentimientos de su perra con ella fueron brutales hasta su muerte, hace poco por cierto, desgraciadamente. Y acababa diciéndome que era tan potente la relación de ambas, gracias al lenguaje no verbal, que es mucho más poderoso que el verbal. Ahí le doy la razón. Incluso con los humanos, es más efectivo, una mirada, una sonrisa, un fruncir de entrecejo, basta para ahorrar palabras e ir al grano con más fuerza.

Nosotros, mi familia ahora mismo no disfrutamos de la compañía de ninguna mascota. Compañía. Este sustantivo ya ha quedado obsoleto, creo. Actualmente es mucho más que eso. Casi hay gente que los llega a humanizar, ¿no? 


Los que tenéis mascotas y podéis aportarnos una pizquita de realidad y experiencia acerca del tema, de vuestra relación con ellas sería maravilloso. 

Os espero en la que será mi última entrada de la temporada para reencontrarnos en septiembre. 

Un abrazo!

Comentarios

  1. Bravo Silvia! Adoro los animales!! su empatia desde su silencio es indescriptible y poderosa, son terapéuticos y puro amor!

    Una entrada fantástica!
    Un beso

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  2. Yo tengo una perrita, que adoptó mi marido de la perrera (a petición sobre todo mía, jeje). Por mi marido mi perrita tiene una especial devoción, yo creo que incluso obsesión a veces. No lo pierde de vista! Yo pienso que ella lo idolatra porque le salvó y es como su héroe. Adoro los animales y su capacidad ilimitada de dar amor!

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    1. Exacto, cuando tienen lugar ese tipo de “rescates” se sienten súper protegidos y muy agradecidos ya de por vida. Muchas gracias por tu comentario! Un abrazo!

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  3. Precioso. Yo siempre me he rodeado de animalitos (tres perros, dos gatos, varios hamsters, peces y una tortuga que ronda los 20 años... Ni el saludo de tu pareja se compara a la efusividad de un perro que te recibe a la vuelta del trabajo (Desde que soy mami, ha pasado a un segundo puesto, eso sí). jejeje. Un abrazo!!

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    1. Virginia, muchísimas gracias por comentar! Igual el título del post es demasiado sensacionalista... por supuesto nadie pasa por delante de un hijo, desde que soy mamá puedo corroborarlo, descubres un amor tan tan grande como nunca antes habías vivido, es así. Gracias! Un abrazo!

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  4. ¡Hola Silvia! Yo tengo un gato, aunque he tenido gatos desde que rescaté a uno del motor de un coche junto con mis amigas (teníamos entre 12-14 años). Y es uno más de la familia. De hecho, si nos vamos de vacaciones y no lo podemos llevar (rara vez), se lo quedan mis padres. Es como... si fuera responsabilidad del grupo familiar 😅

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    1. Hola! TeTe entiendo perfectamente porque yo también tengo un feeling especial con los animales, sobre todo con los perros. Una vez cogí un mastín de la calle, enooorme y me planté con él en casa, mi padre alucinando! No nos lo pudimos quedar, pero le buscamos acogida y todo acabó bien. Es muy fuerte lo que une a una mascota, que como tú bien dices son al final uno más de la familia y sin ellos parece que nos falta algo. Muchas gracias por participar comentando! Un abrazo! 😘

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