¿Y tú, qué ves por la ventana?

Imagen extraída de la web del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

La sencillez de este cuadro es la que me invita, precisamente a hablaros de él. Como muchos sabéis, fue pintado por Salvador Dalí, concretamente el año 1925. Clasificada en la corriente artística del Noucentisme, aunque con ecos del clasicismo picassiano, esta pintura me transmite mucha calma, paz y tranquilidad; todas ellas sinónimas, lo sé, pero necesitaba incidir en el significado reiterando de esta manera. 

En seguida nos adentraremos en el análisis de la obra, pero antes quisiera reflexionar como si fuera “la observadora que todo lo ve”, al igual que en esta obra la protagonista. Cuando me asomo a la ventana, puedo ver mil y una estampas, dependiendo a dónde dé esa ventana. Así pues, cambiemos de argumento, que no me sirve. ¿Qué me gustaría ver al asomarme a la ventana? Me encantaría ver lo que siento en el momento que lo siento. Me explico.

Hay veces que nos emocionamos al ver algo, o a alguien, o alguna situación en concreto. Pero lo que yo planteo es totalmente lo contrario. Hay veces que nuestras emociones afloran, no por lo que vemos, o escuchamos, o lo que captamos por los sentidos al fin y al cabo, sino por lo que pensamos, aquello que damos vueltas a la cabeza una y otra vez.

Y como veis, sin darme cuenta, y os prometo fortuitamente, de casualidad, sin buscarlo, vuelvo a incidir en lo que planteé en mi primera primerísima entrada del renovado blog, del que hace una semana celebré su primer aniversario. Razón y emoción. Ahora, juntas. Aquello que pienso se convierte en algo que siento, o me provoca un sentimiento. ¿Qué imagen tiene este sentimiento? Qué cosas más raras estoy planteando hoy, ¿verdad? Perdonad mi atrevimiento.

Imaginemos, nunca mejor dicho, que una imagen mental, mediante el recuerdo, me ha hecho sentir por ejemplo miedo o alegría, y necesito ver en qué se traduce ese sentimiento. Sería magnífico observar por esa ventana qué es lo que siento exactamente, qué imágenes significan mis emociones, a la vez que me pregunto qué me pasa, por qué estoy así.

Ya sé que para muchos estaré reflexionando sobre una chorrada, como dando vueltas a una misma cosa, pero quiero que entendáis la idea clave que quiero transmitir, y es la posibilidad de traducir mis emociones a un soporte visual, de manera que pueda centrarme un poco más en lo que pienso, y no tanto en lo que siento. Creo que visualizando mi estado de ánimo, sería quizás más fácil comprenderlo, y entenderme a mí misma, en definitiva.

Me dejo de rollos y no os doy más el tostón con mis reflexiones, en este caso un tanto surrealistas o “raras”, lo admito. No sé si me habéis entendido, pero no importa, vayamos a la obra del gran Dalí. La pintura es en realidad, uno de los varios retratos que hizo el pintor de su hermana Anna Maria Dalí. En este caso ésta está de espaldas admirando el paisaje, que de nuevo corresponde a la costa y al mar que baña Cadaqués (ya vimos en esta otra entrada, que este paisaje suele aparecer en muchas de sus obras pictóricas).

“Figura en una finestra” (Figura en una ventana), es un óleo sobre cartón piedra. Lo podéis encontrar en el museo Reina Sofía de Madrid, junto a otro retrato de su hermana, llamado “Retrato”. Mide aproximadamente un metro por 74 cm y se considera la obra maestra de la serie de retratos de su hermana.

Si analizamos la composición del cuadro, podemos observar algo que ya ha destacado en alguna ocasión, uno de los grandes estudiosos de la obra de Dalí, Rafael Santos Torroella, y es la capacidad de crear espacios ocupados y vacíos, y que unos y otros sean importantes en el cuadro. Pone el ejemplo del batiente izquierdo de la ventana, que no existe, y como observadora, yo ni me había dado cuenta, la verdad, ¿vosotr@s? En cuanto a la combinación de colores es perfecta. Juega con varios tonos de azul, como el mar, y ese tono marrón, suave a más no poder, que liga con el azul de una forma aplastante. Además, observemos también la similitud de colores azul-marrón, en consonancia con la costa (marrón) y el mar (azul).

Esa serenidad constante que me transmite la obra no sólo la da el color, también el mar, calmado y brillante. Se intuye una ligera brisa en las cortinas, y se puede ver reflejada una casa en el cristal del batiente derecho de la ventana. Las dobleces de la ropa de Anna Maria van ligadas a las del trozo de tela blanco a la izquierda o de las cortinas. 

Es una obra sencilla, pero que me fascina. Ese poder que tiene de transmitir me parece sublime. En mi caso, me transmite sosiego, quietud, silencio. Vamos, que me tiraría horas contemplándola. Otros opinarán a lo mejor, que es demasiado sosa o aburrida. Ya sabéis, cada uno es un mundo, y para gustos los colores.

¡Un abrazo y mil gracias por estar ahí!